domingo, 2 de junio de 2013

El día de la boda


Tony caminaba de un lado a otro, nervioso. Frente al gran espejo, se podía ver a si mismo, con el terno blanco y corbata negra, bien peinado, atractivo… sí, desde luego que era atractivo. Sonrió, con una sonrisa nerviosa… Rodhey entró de pronto. Vestía con su uniforme de coronel, y parecía tan sereno. Bueno, desde luego, no era él quién iría a casarse. - ¿Qué tal, Tony?- inquirió con tono despreocupado. - Me voy a casar. – respondió él, mirándose a la espejo. Matrimonio… su esposa… sonaba una locura, sobre todo viniendo del hombre que hace algún tiempo se acostaba cada noche con alguien distinto. - No me digas. – contestó James Rhodes con sarcasmo. – No pongas esa cara de susto, amigo, que juntos hemos pasado cosas peores. - No es eso… vamos a ser el señor y la señora Starks… mi esposa… yo, casado… - luego, se le vino una idea a la mente. – Antes no tenía nada, ¿sabes? Un hombre me lo dijo una vez. Que era alguien que lo tenía todo y nada. Pero ahora, que voy a tener algo que me importe, ¿No será lo primero que quieran destruir mis enemigos, Rodhey? - Pero antes ya te importaba, Tony. Y antes, también te intentaron arrebatar a Pepper. - Y fue uno de los momentos más dolorosos de mi vida. – respondió Tony, con la voz cargada de amargura. - No me digas que vas a dejar plantada a Pepper o algo así. – contestó su amigo. El vaivén del barco, o mejor dico crucero, era mínimo, pero por un instante, Tony se sintió algo mareado. - Jamás. Yo la amo, es… bueno, la persona que más amo en mi vida. Pero la estoy poniendo en peligro, ¿sabes? - Sí, lo sé, siempre lo he sabido, e imaginaba que tú también. - No lo había pensado. - Tú nunca piensas. - Sí, y seguramente por eso inventé a Iron Man y soy dueño de una de las más importantes industrias tecnológicas del mundo, ¿verdad? Si no debiéramos decir “la más importante”. - Sí, tu piensas en tu trabajo… en tus robots… pero no en cosas con sentido. - Hace tiempo que ya asenté cabeza. – respondió Tony. - Sí, ahora estás más normalizado. – convino el coronel. - ¿Sabías que me van a ascender?- Starks sonrió. - ¿De veras? Me alegro… - General. – respondió con orgullo. Tony quedó boquiabierto, atónito. Luego, logró articular palabra. - ¡Pero si eras coronel! - Así es, pero mi labor con el presidente fue demasiado… brillante. – jubiloso, Tony abrazó a su amigo. - ¡Ya verá Pepper cuando se lo diga! – con unas palmaditas en la espalda, se separó de su amigo. - ¿Y ahora, qué harás?- inquiró Rodhey. - ¿A qué te refieres? - Para proteger a tu familia. - Tengo a Iron Man. ¿No te basta?- Rodhey apretó los labios. - No lo sé, Tony… en fin. Disfruta tu fiesta. – dijo, y se marchó. Tony intentó sonreír, pero nuevamente, le salió una mueca fallida. De pronto, se oyó una voz. - ¿El amo permitirá que yo participe en la fiesta? - No por ahora, Jervis. – respondió Tony. - ¡Por favor! Yo lo he servido por tanto… - Tony miró a la máquina. - Tal vez te permita servir los tragos, Jervis. - Gracias, señor. –respondió la voz metálica del robot. Tony caminó hacia la puerta, y suspiró profundamente. Salió de la sala, y en el pasillo, Rodhey estaba de pie, conversando con una mesera. - ¿No son ya las ocho?- Rodhey miró el reloj. - ¡Caramba! Casi lo olvido. Tenemos que ir de inmediato, amigo. – junto a su padrino de bodas, Tony Starks caminó hacia el salón del barco donde se realizaría el matrimonio. Estaba nervioso, con un nudo en la garganta… era algo demasiado importante, demasiada responsabilidad… era terrible, a la vez de maravilloso. ¿Qué sería de Pepper una vez viuda, si lo mataban? ¿Y si volvía a suceder algo como lo del Mandarín? No soportaría perderla… Pero la amaba más que nadie, sin duda. Y se casaría con ella, pese a todo. Atravesaron el pórtico del salón, y unos cuantos invitados estaban presentes. Pepper había insistido, pese a las réplicas de Tony, en algo pequeño. En fin, era su boda. El ministro, con su cabeza calva y muy serio, miraba al frente con fijeza. Y Tony caminó hacia el altar. Al rato, el señor Darcy, el padrastro de Pepper, apareció junto a ella, para ir al altar también. Ella estaba deslumbrante, más hermosa que nunca… y Tony se preguntó cómo, en ocho años que trabajó para él, se había percatado tan tarde lo maravillosa que era aquella mujer. La quería más que a nada en la Tierra, y se casaría sin dudarlo con ella. ¿Cómo pudo haberlo cuestionado? Y desde entonces, nadie podría negar que Tony Starks era un hombre nuevo.